Pequeña creación (Akasha)

Nunca pensé que la volverá a ver.
El Sol se había puesto hacía ya rato, dejando paso al cielo a su compañera nocturna, una Luna grande y prometedora. No se percibían muchas nubes, pues las estrellas se veían con toda claridad, dejando que su luz atrajese a las criaturas de la noche. En la oscuridad la temperatura había descendido ligeramente, algo que me encantaba.
Necesitaba un sitio que se adaptase a mi. Un sitio para poder perderme en mis pensamientos sin ser molestado u observado, donde nadie acostumbrara a ir. No se me pasó por la cabeza un lugar mas idóneo que un cementerio cercano del cual había oído hablar.

Era realmente tenebrosas sus condiciones. Todo estaba teñido en su totalidad de tonos grisáceos, las lápidas se encontraban en un lamentable estado y malas hiervas crecían en cada rincón. Me pregunté que dirían lo muertos que allí yacían sobre estas ruinas, tal vez desearían descansar bajo un suelo mas sano, pertenecer a la tierra, o tal vez no.

Vagué sin rumbo durante largo rato, dejando que las sombras me inundasen, que me saciasen. Jamás sabría decir como me encontraba en aquel lugar, era como si siempre hubiera pertenecido allí. Imaginé mi imagen, lo que hacía, pero visto desde una tercera persona: Una criatura solitaria caminando entre las lápidas, sintiéndose a gusto justo la muerte, con el viento como compañía. En el fondo debía ser una hermosa escena.

Me detuve ante una capilla en bastante mal estado pero elegante, a su manera. Allí debía descansar alguien de importancia o un ser adinerado. Me introduje fácilmente en su interior. Por dentro no tenía mucha decoración, tan solo una tumba en el centro y unos tallados que adornaban las paredes grisáceas, repletas de suciedad. Algunos pequeños insectos revoloteaban sin rumbo aparente y alguna minúscula araña se cruzaba en mi camino. Camine silencioso hacía el centro y rocé con mis dedos la tumba, quitando algo de polvo y suciedad de ella. Me senté con la espalda apoyada en ella, mirando hacía la pared.

Empecé a tararear una canción que siempre me había enamorado, y pronto la letra se hizo audible:

Las incomodas voces de la gente se habían ido, junto a la molesta luz del día. Todo ahora parecía más tranquilo, todo ahora era completamente perfecto. Hoy, como casi siempre que salía a pasear bajo la tenue luz de la luna, había dejado mis zapatos en algún lugar de la habitación. Únicamente llevaba una amplia oscura camiseta que rozaba casi mis rodillas.

Vestuario:

Hacía frío, podía notar el gélido golpe del viento en mi rostro pálido, pero no me importaba, quizás mi cuerpo estaba tan frío como el aire. No tenía un rumbo fijo, nunca lo tenía, solía limitarme a pasear, sumergirme en mis pensamientos era mi único objetivo. Tras largos minutos de vagar por lugares que aún no conocía me encontré con algo que llamó mi atención. Un buen lugar para pensar Dije a mi misma mientras me adentraba en el cementerio.

Caminé con cuidado, pasos lentos y torpes que me llevaron hasta una sombra, a la cual no presté atención. Que descuidado está.. Mi mente conversaba conmigo, aunque únicamente para quejarse, sus protestas eran molestar, a pesar de que en cierto modo también son mis protestas. Mientras caminaba apoyaba una de mis manos en las lápidas, ¿cuántos habrían muerto por causas naturales? Probablemente menos de la mitad. Suspiré mientras continuaba caminando, junto a mi querida soledad.

No tardé mucho en encontrar una capilla, había alguien dentro, podía oír su voz aunque no descifrar lo que decía. Caminé apresurándome un poco, necesitaba averiguar si era una amenaza. Cuando me situé a escasos centímetros de lo que debía ser la entrada me quedé allí, paralizada. Una mezcla de asombro, miedo, y algunas otras sensaciones imposibles de describir me inundaron. Era él..

El reloj había decidido pararse, siempre que me sentía confusa lo hacía, parecía que el tiempo amaba alargar las escenas incómodas. ¿Por qué tenía que encontrarme con él? Mi mirada permaneció fija en él, mientras se levantaba y se inclinaba como si de un saludo de hace demasiado tiempo se tratase. Él era más alto que yo, no podía confundirse pues su cabello era realmente extraño, no podría definirlo entre azul, gris o quizás violeta.

Su voz volvió a sonar en mi cabeza, aunque la primera vez apenas dijo unas palabras que jamás podré olvidar. Su voz solía sonar tranquila, extraña, me hacía sentir más confusa de lo que ya estaba. Mi cuerpo seguía paralizado, mientras él hablaba y se aproximaba a mi. Terminó con un "curioso ¿no?", yo asentí levemente, aún sin comprender porque el destino me había llevado otra vez hasta aquel que cambió mi vida.

Su mano se acercó a mi y por un momento temí lo que fuese a hacer, pero para mi sorpresa simplemente cogió uno de mis mechones de pelo y lo llevó hacia atrás, dejando mis ojos completamente destapados. Por mi mente se pasaron muchas preguntas, pero yo hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie, mi voz se negaba a salir.

Di un paso atrás con desconfianza, en mi rostro no se veía miedo, aunque quizás en mi interior podría sentirlo.- ¿Fuiste.. tú...? - Susurré de forma casi inaudible, de haber podido hablar más fuerte habría sonado a acusación, sin embargo se quedó en una simple pregunta. Odiaba esos momentos en los cuales mi voz sonaba tan débil, lo odiaba porque sacaba a la luz mi parte más insegura..

Mi mirada seguía fija en los oscuros ojos de aquel que hacía tanto que no veía. Aún no sabría definir el sentimiento que me había invadido, no podía decir si me sentía enfadada o si admiraba a aquel vampiro, era verdad que me había condenado a una vida eterna y solitaria, pero nunca habría logrado deshacerme de mi padre.

Está vez bajó la mirada al suelo mientras hablaba, cosa que logró desconcertarme aún más. - ¿Por qué..? - Murmuré con la mirada fija en algún punto del suelo. - ¿Por qué lo hiciste..? - Necesitaba una respuesta, necesitaba saber que motivo le llevó a "atacarme" aquella noche. Llevaba años con esa pregunta, ¿por qué yo? Hay millones de personas en el mundo, y precisamente yo había sido transformada, y para colmo me había encontrado con él una segunda vez.

Alcé la vista para volver a mirarlo, ladeé la cabeza pensativa. Él llamaba demasiado la atención, era algo que me confundía. ¿No se supone que un vampiro debe intentar pasar desapercibido? O al menos yo intentaba no llamar la atención.

Lo seguí con la mirada mientras salía de la capilla, me quedé quieta durante unos breves segundos, pero pronto le seguí, por suerte no se notaba mucho la diferencia. Dentro de la capilla el frío era igual de gélido que fuera. Al fin empezó a hablar, por fin mi duda fue resuelta. Aunque no era lo que yo esperaba. ¿Necesitaba compañía? ¿Ese era el motivo?

La razón me pareció algo simple, pero me sorprendió el hecho de que pareciese preocuparle lo que hubiese hecho yo desde ese día. - No te preocupes.. sólo hice lo que tenía que hacer. - Una sonrisa llena de malicia se dibujó en mi rostro, aún podía recordar el sabor de la sangre de mi padre.. De mi cuerpo se alejaron todos esos confusos sentimientos dando paso a los nuevos, a una extraña felicidad, quizás se había despertado mi "instinto asesino".

- Hay mucha gente que no merece vivir.. - Susurré aproximándome a él por la espalda. Cuando estuve lo suficiente cerca de él acerqué mis labios a su oído. - ¿No crees que sería mejor si libráramos al mundo de todos esos indeseables? - Mi voz no era más que un susurro, pero tenía un tono con el que pretendía incitar a el vampiro a darme la razón.

Comencé a jugar con su pelo mientras él hablaba, parecía tener curiosidad por lo que había hecho, le di unos segundos antes de contestar.

- Maté a mi padre. Y tengo pruebas de que él merecía morir. - Mi voz seguía en un leve susurro mientras mis manos continuaban jugando con su pelo. Su reacción fue totalmente inesperada para mi, pues cuando fui consciente de lo que había pasado me encontraba con la espalda contra la pared de la capilla y con el vampiro prácticamente sobre mi.

En ese momento sonreí, una sonrisa que podría tener muchos significados pero que simplemente daba a entender que para mi todo era un juego, era como jugar al ajedrez. La gente eran peones sobre un gran tablero de ajedrez. Esa comparación siempre me pareció extraña, pues nunca aprendí a jugar al ajedrez.

Su mano se dirigió hacia mi barbilla, obligándome a alzar la mirada. Volví a centrar mis ojos claros en su oscura mirada, volvía a dedicarle una sonrisa.

- Todo es un juego.. No pueden culparnos por ganarles siempre. - Puse mi mano sobre su camiseta, buscando algo de espacio aunque sin mostrarme incómoda.

A pesar de estar prestando especial atención a sus palabras mi aspecto era distraído y algo ausente. Él parecía pensar que yo tenía algún interés en ser la reina del tablero, que pensaba que lo era. Era obvio que no me conocía.

- Somos peones al igual que todo el mundo. Pero con los humanos tenemos ventajas. - Susurré sin hacer ningún movimiento, a pesar de que él había liberado mi rostro. Su voz volvió a sonar, diciendo que debería sentirme agradecida.

- Si.. quizás.. ¿esperas que te de las gracias? - Sonreí mientras cerraba la palma de mi mano sobre su camiseta, jugando con ella con delicadeza, como si pudiera romperse con facilidad.

Mi odio hacia los humanos era muy difícil de ocultar, e incluso podía ser extraño, pero tantos años de maltratos al final tenían que hacer que algo cambiase en mi. Un profundo odio me invadió al recordarlo, al recordar cada tarde que pasé llorando por su culpa. Cerré los ojos intentando huir de eso pensamientos cuando su voz volvió a despertarme.

- ¿Darte algo a cambio? - Ladeé la cabeza confusa, ¿qué podría sacar él de mi? - Bueno.. si pretendes que te de algo.. al menos dime tu nombre - No es que me importase mucho su nombre, simplemente era una forma de evadir el tema del "agradecimiento". Nunca me gustó que la gente me usase.

Dejé caer mi mano soltando su camisa, apartando con ella un mechón de pelo que cubría mi rostro, aunque no tardó mucho en volver a caer sobre mi cara.

La joven cerró los ojos durante una milésimas de segundos y cuando los volvió a abrir parecía mas tranquila.

No parecía saber que poder darme a cambio. Yo tampoco lo tenía muy claro. Le podía pedir muchas cosas y todas diferentes, pero decidirme por una sola... Me pregunto por mi nombre, ya era hora ¿no? Sonreí.

- Tsuki Shiroi - Dije sin mucho entusiasmo - Significa literalmente "Luna Blanca"

Una vez dicho mi nombre le podría haber preguntado el suyo, pero por alguna razón lo hice.
Ella aparto su mano de mi camiseta para quitar un mechón de su castaño cabello que se había deslizado por su cara. Poco tardo en volver a su posición inicial haciendo que le gesto de la joven no hubiese tenido valor. Yo, intentado tener un poco de amabilidad con ella, volví a apartar aquel mechón, rozando su cara, y lo coloqué detrás de su oreja intentado que no volviera a caer.

- Y ahora quiero mi recompensa. - Dije con un tono burlón.

Me acerqué a ella aún mas hasta que pude notar su aliento. Un embriagador aliento. No permití darle tiempo para alejarse o siquiera apartarse. Nuestros labios se unieron durante unos momentos y dejé llevarme por aquel momento. No duro mucho tiempo, pero para mi fue el suficiente.
Cuando me aparte me quede disfrutado de sus ojos durante unos gloriosos instantes, bebiendo de ellos, estando aún muy cerca.
Posé mis labios sobre su oído.

- Deuda saldada. - Sonreí.

Al escuchar su nombre sonreí, conocía el significado de su nombre, pues mis padres fueron japoneses. O al menos uno de ellos, es algo que nunca llegué a entender, tampoco entendí nunca el porque mis rasgos no son japoneses, sino más bien occidentales.

- Tsuki... bonito nombre.. - Murmuré más para mi misma que para él. Él no preguntó mi nombre y yo no creí necesario decirlo. Tsuki llevó su mano a mi rostro, cogiendo el rebelde mechón de pelo y colocandolo tras mi oreja. Después su voz tomó un tonó burlón al decir que quería su recompensa.

Al principio dudé a que se refería pero rápidamente sus labios rozaron los míos. Fue un beso fugaz, rápido.. Probablemente mi rostro sería totalmente rojo si aún fuese capaz de ruborizarme. Mis ojos estaban muy abiertos y mi cuerpo, preso de la sorpresa, se quedó inmóvil. Su mirada quedó fija en mis ojos, yo no aparté la mirada pero mi timidez se había acentuado. Una sonrisa se dibujó en su rostro, yo respondí con una estúpida sonrisa.

Tras un breve silencio desvíe la mirada, siendo ya capaz de moverme. - ¿A.. qué vino.. eso..? - Pregunté en un tono de voz casi inaudible. Sin borrar esa sonrisa estúpida de mi rostro.

Su mirada seguía fija en mis ojos grisáceos mientras hablaba, yo apenas escuchaba su voz, mi mente estaba en la primera vez que lo vi, me era imposible dejar de pensar en ello, pero ahora lo veía de una forma distinta. No contesté la primera vez que me habló, no encontré nada que decir.

Su voz volvió a sonar tras una pausa, esta vez ladeé la cabeza dudando. No iba a decir si me había gustado o no, nunca antes lo había hecho con nadie ¿por qué empezar ahora?

- Pero no dije que no lo hubiese disfrutado.. aunque tampoco que si lo haya hecho..- Sonreí apoyándome en la pared que quedaba a unos milímetros de mi, buscando una pose diferente, dejando un poco de espacio entre nosotros, quizás para obligarlo a volverse a acercarse, o simplemente para ver su reacción.

Tras unos minutos de silencio le sonreí y me decidí a inclinarme para ser yo ahora quien le robaba un beso a él. - No deberías robar besos a una.. "niña". - Susurré en su oído sonriendo después de forma inocente, como si fuese una niña pequeña.

La noción del tiempo era algo que había perdido por completo, no podría decir cuanto tiempo había pasado desde que oí su voz desde la capilla, el tiempo parecía no avanzar mientras el silencio se extendía por aquel desierto cementerio.

Su voz sonaba ahora diferente, yo sonreí asintiendo. No por el hecho de que quisiera que me pidiese permiso, sino más bien por el hecho de que quería "jugar" con aquel vampiro. Que en cierto modo era.. "mi creador". Saqué esos pensamientos de mi cabeza, algo avergonzada por la cantidad de estupideces que se pasaban por mi cabeza cuando el silencio se alargaba en exceso.

Su voz volvió a sonar, esta vez preguntando algo que yo había restado importancia hace tan sólo un rato. - Mi nombre es Akasha.. - Susurré mientras volvía a apoyarme en la pared, alejándome unos escasos milímetros de él.

Tsuki pareció dudar un momento, probablemente creyendo que iba a irme, pero no tenía intención de intentar "escapar" del pequeño espacio que él me había creado, después volvió a acercarse a mi. Pude notar su aliento, instintivamente bajé la mirada ignorando por un momento su mirada fija en mis ojos.

Ese olor era inconfundible, sus labios estaban ahora rojos, bañados en su propia sangre. Cerré los ojos intentando contenerme, pero aún no había conseguido controlarme ante la sangre, quizás por ello aún no había podido relacionarme con nadie. No tuve que inclinarme para rozar sus labios esta vez, estaba lo bastante cerca como para que llegase sin ninguna dificultad.

Ese beso fue más largo que los anteriores, quizás por el hecho de que su sangre estuviese en medio de los dos. Cuando volví a alejarme podía verse en mi labio inferior unos reflejos rojos. - Eso no vale.. - Protesté sin dejar de lado la sonrisa inocente, fingiendo un enfado infantil.

Tsuki volvió a darme la razón y volvió a mirarme a los ojos, mi rostro se habría vuelto a ruborizar de haber sido una humana. Él se alejó de mi y la calidez de su voz volvió a invadirme. Le dediqué una pequeña sonrisa aún sin haber comprendido mucho sus palabras.

Tsuki comenzó a andar después de haberme mirado por última vez, esperé unos segundos para comenzar a caminar a unos escasos metros de él. Pronto lo alcancé y cogí su mano sin borrar esa débil sonrisa. Por mucho que andábamos el paisaje era el mismo, lápidas estropeadas por los años y por un mal mantenimiento, malezas que ocultaban parte de las lápidas y arboles con escasez de hojas.

De vez en cuando dirigí una mirada al vampiro que me acompañaba, pero siempre procurando que no me viese. El silencio se había extendido demasiado, pero no era un silencio incómodo. - ¿Sueles venir aquí..? - Pregunté simplemente por romper el silencio. Alcé un segundo la mirada para comprobar si había oído mi pregunta.