Ajenjo, Bardana, Verbena {Libre}

Había llovido toda la noche. Ahora mismo en el bosque se respiraba humedad; todo en calma, como si nada pudiese perturbar la paz que imperaba en el lugar. Las botas para lluvia de Bianca crujían sobre las hojas secas mientras la morena intentaba no salpicarse de lodo al pasar por esos charcos engañosos que dejaban las lluvias. El cabello oscuro lo tenía amarrado en una coleta de caballo mientras que su delgado cuerpo era cubierto por un impermeable color rojo. En una mano cargaba un paraguas transparente y en la otra una canasta tejida. Su mirada se paseaba entre los matorrales y las plantas. Buscaba algunas plantas que usualmente guardaba y clasificaba. Le gustaba saber que tipo de propiedades tenía cada una, April le había dejado la costumbre de hacer lo mismo cada dos semanas. Nunca se sabía que se podría encontrar si se buscaba bien.

-Verbena- susurró mientras una platita pequeña, con diminutas flores violetas llamaba su atención. Tallo anguloso, ramificado en la parte superior, hojas opuestas y recortadas, no cabía duda que era Verbena. Sonrió de manera suave mientras arrancaba un poco. –Y tú me servirás como analgésico y me quitarás la migraña- dijo mientras hacía el esfuerzo por sacarla de la tierra. Últimamente sufría continuos dolores de cabeza y mareos. No dudaba que fuera por culpa de la Ouija. Ella era como una esponja, absorbía todo, y lamentablemente se había cargado de la energía oscura de aquella porquería y de los practicantes.

-Desventajas de ser como yo- dijo a la planta una vez arrancada. Muchas veces prefería hablar con los objetos inanimados que con la gente real. Al menos ellos sabían escuchar. Suspiró y guardó la planta junto al resto para continuar caminando cuan caperucita roja en el bosque. –Creo que me falta Ajenjo…y creo que debería tomar Bardana…- murmuraba mientras se metía a una zona un poco más espesa. –Sip, Bardana- dijo mientras se agachaba para arrancar la raíz y las hojas de dicha planta.

De pronto, algo la hizo ponerse alerta. Se quedó quieta, y se incorporó lentamente, con la planta en la mano.

Bianca miraba fijamente el tronco de un árbol. Poco a poco se iba dibujando frente a sus ojos un rostro, labios finos… nariz respingada…. La voz madura de una persona le hizo salir de aquel trance; parpadeó y miró sobre su hombro, girándose aún con la planta en la mano, alzada. Era la profesora de pociones. Bianca parpadeó mientras buscaba dentro de su propia voz las palabras adecuadas. Era en algunos aspectos muy tímida, y no tenía una buena relación con sus profesores. Sólo era una alumna más. –N-no…- dijo nerviosa –Bardana, como medicina tiene propiedades diuréticas, de purga… y antisépticas- dijo recordando los libros de texto. –Y en la magia sirve para la purificación… cuando uno se siente mal, o negativo- respondió citando nuevamente uno de los libros que se había encontrado en la biblioteca.

La mayor le dijo que no era la hora para que ella estuviera por ahí. –Lo sé- dijo Bianca mientras intentaba controlar su respiración nerviosa. –Y lo siento… sólo necesitaba esto- dijo moviendo un poco la Bardana. -y me faltaba Ajenjo… no volverá a ocurrir profesora- dijo bajando la mirada. Aquella mujer le daba miedo, Algo irracional puesto que no la conocía del todo.

Quizás la razón se encontrase en el hecho de que la profesora era una figura de autoridad. Las figuras de autoridad siempre le habían provocado cierto nerviosismo, el típico de miedo de cometer un mínimo error y quedar mal. A pesar de todo, si le importaba lo que pensaran los demás.

Bianca no se esperaba lo siguiente que dijo la profesora. Levantó lentamente la mirada, encontrándose con la sonrisa de la mayor. Parpadeó un poco sorprendida, pero al final ella misma dibujó una tímida sonrisa en su rostro. No siempre recibía elogios, mucho menos en sus clases, pues no era una chica muy participativa. Aún así, ponía la mayor atención posible y procuraba concentrarse durante clase. –Muchas gracias profesora- dijo en voz baja mientras claramente se sonrojaba. –Eh sí- respondió –Sólo usaré las flores y las hojas para preparar una infusión de 5g en 100 ml de agua…- dijo recordando la receta. El ajenjo estimulaba la vitalidad, servía bien para después de las sesiones mágicas. Normalmente Bianca debía tomar un poco después de la ouija con los chicos, o de lo contrario se sentía aún peor, y las ojeras comenzaban a aparecer.

-A la bardana sólo le quitaré la raíz y hojas…- dijo guardando la planta en la canasta. -100 gr en un litro de agua- dijo recordando las instrucciones. Una vez lista la Bardana, se aplicaba sobre el rostro y luego se enjuagaba repitiendo palabras de purificación. Bianca si había puesto atención al leer. Bajó la mirada tragando fuerte, aún sentía esa presencia negativa. Necesitaba preparar la bardana nada más llegar a su habitación, o de lo contrario esa noche no dormiría, aterrada, atormentada…

La profesora intentó tranquilizarla. Bianca volvió a mirarla, ahora ya no tenía aquellas alas que de verdad la intimidaban. Extraño, Ian también las sacaba de vez en cuando y a ella no le molestaba en absoluto. De hecho las alas de la profesora le parecían hermosas. Pero sabía que había algo más, algo que las observaba. Quizás era un juego de su subconsciente.

Cuando la profesora le tocó la cabeza se sintió más calmada, más tranquila. Sus hombros siempre tensos cobraron cierta naturalidad y su mirada normalmente abierta y alerta como la de un ciervo a la luz de un auto, se suavizó. –Lo sé…- susurró mirándola. –El bosque a veces da miedo. Es como si los arboles pudiesen ver y escuchar…-

Bianca sonrió apenas. La verdad, sentía que las pociones era para lo único que realmente servía. No se sentía capaz de absolutamente nada más. No era como Natalie, su hermana mayor; ella si era una bruja de verdad, no, mejor aún: Una animaga. No podía compararse con ella, en belleza ni en poder. Pensar en eso la desanimó un poco más de lo que estaba. Nerviosamente, comenzó a jugar con sus dedos, pasando la mirada nerviosa de la profesora, al suelo. No era del tipo de chicas que sostuviera la mirada por mucho tiempo.

-N-no profesora- respondió automáticamente, alzando la mirada de nuevo como un animalito asustado. –Sólo, estoy algo mareada- Y tenía frío, mucho frío. Consecuencias de sus desordenes alimenticios.

La mayor intentaba calmarla, y lo estaba logrando, pero su siguiente frase la hizo realmente preocuparse. No le gustaba ser observada. –… no lo sé- admitió ante sus palabras. –No sé si le han contado, pero soy una bruja bastante torpe- dijo sonriendo un poco. –Reprimí tanto tiempo mi naturaleza que supongo que olvidé lo que era- Y así era. Vivir entre humanos sin magia le había vuelto quizás un poco más parecida a ellos de lo que pensaba. Se cubrió más con el impermeable y miró hacia el cielo, parpadeando un poco. –Creo que será mejor que me valla. El clima sigue estando húmedo y no quiero enfermarme- miró nuevamente a la profesora. No se decidía a dar un paso hacia delante. Tenía las piernas fijas y pegadas al suelo. –Con permiso…- y finalmente dio un paso, lentamente.

Aún pensaba en las palabras de la mayor. Los demás debería temer de ella…

No, ella temía de los demás.