Figuras en las sombras[Natalie]

Mi misión era clara. Hacer caer a las almas. Desde 1500 ese había sido mi cometido, en nombre de mi padre. Era un mensajero, un hijo pródigo... la tentación, o a si me consideraba yo, claro. Había acabado en aquel internado no por voluntad propia, sino como fuente de poder y aprendizaje. Ser hijo del demonio no era tan divertido después de todo.

Caminaba por el bosque sin muchas ganas de nada. Clases, jamás había querido asistir a clases, ¡era el heredero del infierno! pero era una orden clara, y así se lo juré a mi padre.
Caminé y caminé hasta dar a una cabaña. Parecía abandonada, despejada de vida. Subí la pequeña escalinata y miré por las sucias ventanas.

- ¿Hola? hay alguien ahí? -pregunté mientras inspeccionaba el interior. Efectivamente no había nadie, por lo que entré y observé la habitación. Era la única salvo por una segunda que parecía ser el baño. No quedaban más que unos pocos muebles rotos y una cocina americana con instrumentos oxidados. Caminé mirándolo todo, sin mucha atención. Eso debía de estar abandonado desde hace años.

Cuando estaba decidido a irme, aburrido de estar allí, mis sentidos me avisaron de un peligro inminente. Al darme la vuelta vi como una pantera negra me rugía y yo, casi por acto reflejo, hice que mi piel se volviera de un color más oscuro y rojo, una armadura de piel que me protegía normalmente de ataques con armas blancas o...garras y colmillos.

- Está bien, animalito, tranquilo, no voy a hacerte daño... a no ser que me ataques, entonces te despellejo- dije, sin mucha fe en que me entendiera. Casi el primer día y ya tenía que enfrentarme a animales salvajes, eso no me lo esperaba. Si me esperaba alguna pelea, el choque en el pasillo con un alumno chulo, pero no enfrentarme a una pantera.

Como era obvio el animal no se inmuto, por lo qué el color de mi piel se acentúa y los ojos pasaron a ser negros del todo. La amenazante pantera parecía dispuesto a matarme, sin duda, pero no sería tan fácil, aunque si moría iría al infierno, y allí no estaba todo tan mal.
Pero sin duda lo que más me llamó la atención fue lo que ocurrió a continuación. Una luz rodeó a la pantera y esta creció hasta adoptar la forma de una mujer humana. Enarqué una ceja y controlé mi poder para volver a ser normal, con la piel y los ojos de su respectivo color.

- Eso si que no me lo esperaba- dije sonriendo mientras cruzaba los brazos y observaba su ropa movida con una sonrisa-. La pantera se convierta en una preciosa damisela... guau.

- Oh, si, son muy comunes en las calles, el otro día cené con un licántropo y una gárgola- dije irónico mientras me apoyaba en la pared y la observaba detenidamente. Así que una animaga, eh? aquello era interesante. Ante su segunda pregunta asentí.

- Si, soy del internado, de donde iba a ser si no?- dije mientras me encogía de hombros, mientras me centraba más en sus preciosas piernas.

- Sabes? estás mas guapa de humana- piropeé con una sonrisa. La verdad es que la chica era bastante guapa, no iba a negarlo.

- Bueno, las he visto mejores- dije contestando a su pregunta mientras cruzaba los brazos y me apoyaba en la pared. La observé contonearse provocativamente y puse una sonrisa chulesca. Luego reí.

- dudo mucho que de ese poblado salga alguien como yo, pero lo que tu digas, guapa. - me acerqué un poco- quizás sea un enviado de algún villano para haceros la vida imposible- dije con la sonrisa mientras metía las manos en los bolsillos, riendo.

- Así que te lo dicen a menudo...- murmuré mientras observaba que se asomaba al balconcito, por lo que aproveché para mirar su trasero.

Su forma de comportarse me resultaba de lo más divertida. Sonreí ligeramente y me acerqué a la mesa llena de polvo, comprobé que la silla no se rompiera con mi peso y me senté en ella, mirándola con aquella sonrisa que no se borraría de mi cara.

- Bueno, estoy seguro que eres una tía tan dura proporcionalmente a tu ego, preciosa- dije mientras comprobaba la habitación.- aunque se podría comparar con otras cosas...-murmuré sonriendo para mi, posando de nuevo al vista en ella.

- Entonces he de suponer que has oído esta historia tantas veces y enfrentado a tantos peligros que ni podría imaginarlo, verdad? -dije irónico para soltar luego una pequeña carcajada-. Claro que si, guapa. Eres toda una experta...
Aunque era una chica realmente guapa, su comportamiento me resultaba asquerosamente repulsivo. Supongo que aquella clase de ''pecadoras'' no las soportaba, se creían más de lo que eran y eso solía ser una muestra de baja autoestima. Volví a mirar a mi alrededor sin mucho interés, preguntándome a cuantos había llevado hasta allí.

Volví a reír ante todo lo que decía, ligeramente, sin mirarla. Era una chica tan... inocente. Seguramente ni siquiera conocía la mitad de las palabras que estaba utilizando. Las conocía, iban de orgullosas, presumidas, ''realistas'', pero seguramente, bajo toda esa tapadera de chica ''cool'', se escondía una niña...bueno, lo que se veía, maleducada, caprichosa, engreída.... y un largo etcétera. Solo le faltaba ser animadora.

- Ains, que equivocada estás. ¿conoces la norma de la dialéctica? bueno, supongo que esa clase te la saltaste para aprender a convertirte en gatita- sonreí mientras comenzaba a andar por la habitación. Tomé un trozo de espejo roto y me miré.- Se trata de, a partir de hechos, como los que yo he dicho y tu has desmentido, a llegar a una verdad, TU verdad, tal y como eres. Dices que solo cometo errores hablando ''sin sentido'', pero... tu error ha sido negar o afirmar mis ''fallos'', por lo que, por descarte, voy conociéndote poco a poco...preciosa- volví a añadir, para luego mirarla a través del espejo-. Dialéctica, querida.. Dejé el espejo en la mesita y seguí andando, está vez hacia la parte de atrás de la sala.

- Pero, si quieres, puedes seguir pensando que soy lo que soy. Sin embargo, la que se equivoca, querida, eres tu...

La verdad es que aquella chica me estaba sacando de quicio. Donde habían quedado esos tiempos en que las mujeres se quedaban en la casa aprendiendo a satisfacer a un hombre. Suspiré ante mi pensamientos y me estiré ligeramente. Allí les enseñaban educación, modales, respeto... Las niñas de hoy en día pensaban que el respeto era ponerse de rodillas y...solté una carcajada para mi mismo y negué.

- perdona, que decías? estaba pensando en otra cosa- dije mientras curioseaba los cajones, vacíos casi todos.

- ah, si. Bueno- me apoyé en el mueble y la miré- eres engreída,chula, narcisista, con aires de superioridad provocadas por tu clara belleza de Steisy Malibú. Una cara bonita, una niña que cree ser mujer... O al menos eso es lo que has mostrado ante tus comentarios insultantes y subidos de tono, a los que tranquila, te perdono- dije, sonriendo.