Fuego control, práctica de Pandora Park

No era de los sitios que a ella le gustara frecuentar. Lo abandonado, lo muerto, eso no era parte de su estilo ni de su supuesto estatus, pero aun así era el mejor sitio que había pensado para realizar la tarea que tenía pendiente. Caminaba con pasos firmes por el jardín, dirigiéndose a la casa abandonada, vestida aun con el uniforme de animadora y con la mochila colgando sobre uno de sus hombros. Su cabello rubio y suelto hondeaba por la rapidez de sus pasos. No estaba enojada, aunque así pareciera por su forma de caminar y su actitud, siempre desafiante. Sólo estaba yendo a un sitio poco usual, sin saber qué se encontraría allí.

Una vez estuvo lo suficientemente cerca para contemplar la casa, se detuvo. Observó unos momentos, pensando en la cantidad de insectos que habría ahí adentro, pero sabía que nada podían hacerle esas criaturas. Le daban asco esos horribles bichos, más no era de esas muchachitas que chillaban al ver a una cucaracha. Simplemente se estremecía del asco y las pisoteaba. Que asco. Y tras un gesto escéptico entró por la puerta principal. Nada malo estaba haciendo a su criterio, aunque estuviese entrando en un sitio que casi nadie frecuentaba.

Al entrar se topó con una casa normal, en su momento seguramente habría sido lujosa, con varias comodidades, pero ahora una capa de polvo lo cubría todo, formando una espesa capa gris sobre cada objeto. El suelo de madera crujió al soportar su peso, como si ella pesara mucho. Suspiró el aire húmedo y casi mohoso que se sentía allí, comenzando a moverse con más soltura, como si estuviese en su casa. Caminó por lo que sería la entrada, entró y salió por varias puertas, pasó por la cocina, haciéndose un tour personal. Y en la sala de estar estaba lo que ella buscaba: un hogar a leña, con leña. Tendría que hacer fuego con eso.

Su rutina de tareas sería la misma. Colocó su manta frente al hogar a leña apagado, se sentó allí, para no pegarse las pelusas del ambiente. Tomó su cuaderno de Habilidades, ahora tendría que aprender a controlar el fuego. Meditó nuevamente aquello. Ella ya sabía hacer fuego, no era más que mantener una dieta saludable, inspirar, esperar el tiempo correspondiente para que su metabolismo transforme el aire en ese gas inflamable, y así exhalar fuego en la medida que ella se lo proponga. Más la tarea consistía en controlarlo y no producirlo. Entonces, hizo lo que cualquier dragón de fuego haría: hizo fuego.

Inspiró, esperó y exhaló frente a la leña, haciendo un hilo envolvente y fino de fuego, para mantener todo a un nivel manejable. No quería producir un incendio ni ninguna clase de accidente. Poco a poco la madera fue prendiendo, evaporándose un poco la humedad. Tardó unos minutos en lograr encender un fuego cálido y de un tamaño acorde al sitio donde se encontraba. Todo quedó iluminado en la habitación en un tono rojo amarillento. Estaba cómoda ahora allí. Las pelusas cercanas comenzaron a quemarse y a largar un olor a pelo quemado un poco molesto, pero nada que la irritara aun.

Cerró sus ojos, comenzando con su momento de meditación, para alejar cualquier pensamiento malo de su mente. Ese día había sido bueno, por lo que no necesitó gran esfuerzo para concentrarse y lograr vaciar su mente de pensamientos de cualquier tipo. Aun así, se mantuvo quieta, inspirando y exhalando con normalidad por unos minutos.

Una vez creyó que ya estaba lo suficientemente cómoda, abrió sus ojos. Miró su libreta nuevamente, repitiendo en su mente las palabras que debía decir. Miró el fuego frente a sí y ahora quedaba la incógnita: ¿Qué hacer con el fuego? Tenía que ser algo sutil y delicado. El fuego es inestable, tenía que tener cuidado y una lógica precaución. Quería que éste girara en un hilo fino a su alrededor, como una serpiente, y volviera a posarse sobre los leños. Entonces, eso pensó, eso imaginó, puso toda su mente en juego para que aquello que pensaba pasara realmente, y así, en calma, pronunció las palabras indicadas: Ignis Control.

El fuego se elevó frente a ella en un hilo más grueso del que había pensado, y literalmente, parecía una serpiente. Se dirigió hacia su derecha, pasando serpenteando por su espalda para envolverla en un aro de fuego, y así volver con su cola hasta los leños. No era perfecto, no a su criterio, pero la tarea estaba hecha.

Miró nuevamente el fuego frente a sí, pensando en qué pasaría si lo intentaba de nuevo, pero el reloj la apuraba un poco. Tenía que volver al edificio principal, que aun le quedaban otras cosas que hacer. Tal vez otro día lo intentaría, para hacerlo a la perfección, como a ella le gustaba. Buscó entre sus cosas, dentro de la mochila, hasta sacar de allí una botella de agua. Echó todo el contenido sobre el fuego, apagándolo en su totalidad.

Listo, ahora, a lo mío. Ya estaba libre por un rato, aunque más le convenía ir a la biblioteca por unos asuntos que aun la mantenían pendiente. Seguramente iría allí para redactar su experiencia con el manejo del fuego.

Tomó sus cosas, comprobó que el fuego estuviese totalmente apagado, y abandonó la casa, caminando con ligeresa. Miró hacia atrás un par de veces, frunciendo el ceño. Su sentido de lo que era casa o cabaña no estaba bien pulido, y se quedó pensando si tanta madera seca era peligrosa para realizar esa experiencia. También pensó que tal vez no estaba abandonado el sitio, si no bastante sucio. Como sea, rió, incrédula de sus reflexiones post-tareas y dejó de darle importancia a aquello.